¡Hola! Este es el primer post de este blog, donde me propongo contar un poco del proceso de creación del proyecto La Infancia de Brasil. Creo que es un poco difícil para mí decir exactamente cuándo nació esa idea. Pero por cierto, mi interés por la infancia nació con mi primer hijo. De aquel momento hasta ahora he pasado a ser bombardeado por imágenes, sabores, olores, en fin, sensaciones de mi propia infancia. Ver a un niño crecer es abrirle un portal al niño interno que estaba dormido. Reconocerme en pequeñas cosas que hace mi hijo es resucitar neuronas que ni siquiera sabía que existían. Esa es la parte lúdica y riquísima de la cosa.
El otro lado de la moneda es tener que hacer frente a cuestiones sociales. Desde las expectativas familiares hasta cuestiones sexistas como vestir azul o rosado, para empezar. De ahí viene la preocupación con la exposición a la publicidad infantil o la búsqueda por una escuela que tenga una propuesta inclusiva de enseñanza. Créanme, no es fácil encontrar una que no enajene o masifique. Aún más en un lugar cercano a casa y dentro de nuestro presupuesto.
Creo en la importancia de lo lúdico, que ser niño es tener tiempo de jugar. Pero muchos padres cobran de los educadores, aún en una preescolar, que sus hijos estén aptos para enfrentar un mundo competitivo. Para ellos, cuanto más temprano se alfabetice al niño, mejor. Cuanto mejor bailen la coreografía y canten la musiquita estereotipada, más satisfechos se ponen. Cuando me encontré con visiones tan diferentes de la mía sobre lo que es la infancia, lentamente me empecé a cuestionar sobre cómo llegamos hasta el escenario actual.
En los últimos años, ya sea debido al escenario, Copa del Mundo u Olimpíada, o por todo eso, Brasil también se volvió asunto recurrente en el mundo. Fútbol y carnaval, claro, estuvieron en el enfoque principal de los medios. Protestos y corrupción también. En fin, los lugares comunes todavía son los que más llaman la atención cuando la noticia es Brasil. Yo creo que, por acá, se vive un momento de desconstrucción, de reflexionar para, quién sabe, crear un Brasil mejor para nuestros niños. Por eso tanta tensión, tanto conflicto de ideologías, de visiones de mundo conservadoras contra pensamientos nuevos. Atravesamos un período de transición que nos puede llevar hacia nuevos rumbos o traer de vuelta a viejos fantasmas. Cosas de las que nos habíamos olvidado, que pensábamos estar ultrapasadas, pero que llaman cada vez más fuerte a nuestra puerta. Es tiempo de redescubrirnos.
Hay, incluso, curiosidad de parte de quien vive en el exterior de saber más sobre el Brasil de hoy. Si por ahí hay curiosidad, me parece que aquí existe la necesidad, ya que no solemos tratar muy bien nuestra memoria, mucho menos visitar nuestra historia para entender quiénes realmente somos. Este proyecto nació de una larga gestación de preguntas e investigación sobre diversas versiones de lo que es ser niño. Usted es mi invitado en esta jornada por el tiempo. ¡Bienvenido a bordo!