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Hablando con la voz de otros

Cuando concluí el guión del primer capítulo de La Infancia de Brasil, me sentía muy incomodado. Es que en fin, tuve que imprimir en mis personajes una voz extremadamente machista. En aquel mundo de quinientos años atrás, las mujeres, por lo menos las “importadas” de Europa, eran un artículo de consumo. Un medio para perpetuar un linaje, un concepto que particularmente me perturba, pues cuando se encara a alguien como un objeto, luego él se vuelve fácilmente desechable. Pero quizás lo más perturbador sea saber que todavía existen hombres que ven a las mujeres de manera semejante a la de los personajes que he creado para ese capítulo. Cuando pensamos en el pasado, tenemos la tendencia de pensar que el mundo ha evolucionado. Pero es más fácil enumerar avances tecnológicos que sociales. Ciertos valores pueden estar tan arraigados en nuestra formación que pueden venir a asombrarnos hasta hoy. Ojalá que podamos dejar un mundo mejor para los que vengan después de nosotros. Pero hay días en que visiones tan limitadas como las que he intentado imprimir en mi historieta vuelven a asombrarnos. Y con mucha fuerza.

Así, espero que en el futuro, cuando miren hacia nuestra civilización, nos vean como primitivos. Pero no por prejuicio, sino porque el mundo verdaderamente siguió adelante. Es el tipo de cosa que pienso mientras hago mi trabajo, ya sea un cómic, una historieta corta o mismo una graphic novel. Y un proyecto como La Infancia de Brasil es algo inevitablemente reflexivo. Por lo menos para mí.

Al retratar un período histórico en particular es mucho más fácil incluir nuestra visión contemporánea. Decodificamos mundos pasados con valores actuales. Y eso pasa lejos de la fidelidad. Es un hecho que nunca conseguiremos retratar otro tiempo tal y cual él realmente era. Si la memoria de algunos años atrás ya nos traiciona, ¿qué decir de intentar rearmar lugares, personas, diálogos, a partir de meros fragmentos de información que podemos consultar en los libros? Tal vez lo más complicado en ese proceso de “reinvención” del pasado sea dar la voz cierta a un personaje. Yo no necesito estar de acuerdo con mis personajes, pero necesito darles lo máximo de veracidad posible. Necesito que ustedes crean en ellos.

En este primer capítulo de La Infancia de Brasil viajamos para algún lugar de la segunda mitad del siglo XVI. Aquél que era un mundo más pragmático y con otra moralidad. Formado por personas que necesitaban ser brutas, de religiosos que necesitaban imponer alguna especie de orden en el Nuevo Mundo. Brasil siempre fue una mezcla de realidades contrastantes, como bien dijo mi personaje Gabriel: “¿Esta tierra que unos dicen ser el paraíso y otros el infierno?”

Para saber más sobre el contexto histórico del primer capítulo de esta ficción que he creado, descuelgue aquí en el sitio el texto complementar Siglo XVI: El nacimiento de Brasil